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La farmacia rural se encuentra sumida en una profunda crisis, silenciosa, alejada del foco mediático. Los partidos políticos, los medios de comunicación, hacen oídos sordos a un problema alarmante y descorazonador.

La farmacia rural, garantiza la equidad y universalidad del acceso a la prestación farmacéutica en las áreas más vulnerables de la geografía española. Es un centro socio-sanitario los 365 días del año.

Es un elemento potenciador de vital importancia al desarrollo de la “España Vaciada”. Y cómo tal, la necesidad de adaptar las poblaciones pequeñas a las nuevas tecnologías es fundamental.

Aunque parezca mentira, bien entrado en el siglo XXI, muchas de estos núcleos rurales, carecen de lo que en la gran mayoría de los hogares es un bien común, la red de alta velocidad, con los consiguientes problemas de conectividad que ello conlleva, desde robo de cobre, condiciones meteorológicas, etc.

Somos la parte vulnerable de la pirámide. En un mundo globalizado en todos los aspectos y cada vez más interconectado, este déficit tecnológico es parte fundamental para la supervivencia de dicho modelo.

También, y aunque vuelva a parecer algo primitivo, en muchos casos, nos vemos con una red eléctrica totalmente desfasada, produciendo cortes de luz continuos, y generando problemas de conservación de medicamentos conservados en frío.

En definitiva, las autoridades nacionales como las autonómicas, deberían pensar si ese tan cacareado modelo sanitario que de tanto se vanaglorian, en muchas ocasiones queda totalmente en el olvido.

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